Practicar deporte tiene múltiples beneficios para el cuerpo y la mente: mejora la salud cardiovascular, la fuerza y la resistencia, fortalece el sistema inmunológico y las funciones cognitivas, ayuda a aliviar el estrés y a regular el sueño, entre muchas otras ventajas. En definitiva, el deporte es salud. Al menos para quien lo practica. Para mucha otra gente, en cambio, termina siendo una causa de insalubridad. Un motivo más para hacerse mala sangre. Esto sucede sobre todo cuando se pierde de vista el sentido del juego y del deporte, y se exacerban las diferencias al punto de aceptar como muestra de fidelidad a un equipo o a un deportista la defenestración del rival. Como si de un enemigo se tratara.
En el fútbol esto ya es parte del paisaje. Se lo considera “folclore” o incluso algunos lo confunden con pasión. No es que esté bien, pero está naturalizado. Un jugador, un entrenador o un árbitro de fútbol sabe bien a qué se expone cuando sale a la cancha. El problema es que la popularidad del fútbol ha “exportado” algunas de estas conductas a otras disciplinas donde se espera otra cosa del comportamiento del público.
A Federico Delbonis, por ejemplo, le tocó ser el “villano” en el regreso y seguramente también retiro de Juan Martín del Potro como tenista profesional. Muchas de las casi 5.000 personas que abarrotaron la cancha 1 del Buenos Aires Lawn Tennis entendieron como una forma de apoyo a “Delpo” silbar o incluso insultar a Delbonis, olvidando que fue quien ganó el punto decisivo por el que Argentina logró la única Copa Davis de su historia.
“Que todo el ambiente fuera a favor de Juan Martín está claro y lo apoyo, porque la fiesta era para él. Si hubiera estado en la tribuna, también lo hubiera alentado. Pero hubo cantos y frases que fueron más allá de un aliento. Algunos parecían casi una amenaza. Yo entiendo el folclore, como nos pasa con el fútbol, pero se pasó la línea de la falta de respeto”, reclamó Delbonis, quien le tuvo a Del Potro la mayor muestra de respeto en el mundo deportivo: le jugó en serio, sin subestimarlo ni tenerle lástima.
En el mismo torneo le tocó al danés Holger Rune sufrir el chovinismo del público al enfrentar al argentino Sebastián Báez, con gritos, provocaciones e intentos por desconcentrarlo en cada saque. “Entiendo completamente que la gente apoya a sus jugadores, pero debe recordar que esto no es un partido de fútbol y el tenista no tiene compañeros en cancha para apoyarse. El apoyo es lindo, pero el acoso no es válido en el deporte, la escuela o en cualquier lugar”, advirtió luego del partido. Ya unos días antes, en Córdoba, al chileno Alejandro Tabilo le había tocado pagar el precio de vencer a Diego Schwarztman.
Son casos específicos del tenis, pero la advertencia es extensible a cualquier otra disciplina: es necesario ser conscientes del riesgo que implica la “futbolización” del dweporte y las instituciones (clubes, uniones o federaciones) deben tomar cartas en el asunto y hacer lo que esté a su alcance para evitarla. Sobre todo cuando se trata de deportes amateur, donde los protagonistas (jugadores, entrenadores y árbitros) participan por mero amor al juego o al club, y donde el espíritu deportivo debe estar por encima de todo.